Reflexiones
Susana Peses Wassermann
De las espontáneas y fructíferas charlas con diferentes colegas acerca de la Covid-19, quienes compartimos junto a nuestros pacientes el transitar esta época tan incorpórea y desconocida y de los encuentros organizados por la ACPSM-AEN Catalunya, en el marco de la AEN a los que pude asistir, me encontré con algunas reflexiones y muchos más interrogantes. Fui adentrándome en el camino del proceso psicopatológico o no, de los pacientes que atendimos y atendemos, tanto en los peores momentos del confinamiento, como en la presente desescalada y en lo que podríamos aventurar, un futuro difícil de definir.
En todo este circuito de profesionales, pacientes y procesos terapéuticos no queda de ningún modo excluida la repercusión social que deviene y devendrá de este período como así también, los cuestionamientos acerca del choque que se produjo entre una aceleración descomunal entre el progreso no respetuoso con el medio y la respuesta de la naturaleza dañada. La supervivencia de la humanidad siempre requirió del cambio para avanzar, es indudable que estamos en una época que volverá a requerir de esta estrategia.
Muchos vimos como algunos pacientes empeoraban, otros no presentaban cambios psicopatológicos, algunos respondían muy bien a la opción telemática que la época introducía como prioritaria y otros, “se curaban" contrariando la teoría y nuestras expectativas.
Sabíamos de la transitoriedad que todo esto podría suponer, también, después de la reincorporación presencial de muchos pacientes, pudimos comprobar los beneficios o perjuicios de los cambios acontecidos forzada y esperanzadamente en la intervención telemática.
Pero aún, las preguntas son muchas más que las respuestas ya que, lo inédito de esta situación y la subjetividad propia de cada uno de los casos que llevamos son dos hechos diferenciales de enorme peso. Dados estos elementos, las conclusiones, ante tanta incertidumbre creo que aún nos quedan lejos.
Muchos observamos atónitos como neurosis o psicosis refractarias a nuestros empeños terapéuticos, olvidando que ello, ya estaba dicho hacía años en el cuerpo psicoanalítico, sustituían en estas circunstancias, una forma de padecer por otra y, en otras ocasiones, la patología se igualaba a las condiciones sociales de supervivencia dejándolas del lado de lo no patológico.
Casi siempre nos rompemos por las líneas de fisura que responden a nuestra propia historia, pero algunos pacientes nos dejaron francamente extrañados. A veces aparecían síntomas desconocidos tanto para ellos como para nosotros. Todos éramos un poco espectadores de algo nuevo que nos interpelaba desde diferentes rincones que aún quedaban y quedan por descifrar.
Mientras tanto, a veces desprevenidos otras advertidos, variopintas sintomatologías y malestares aparecían en nuestras pantallas: vértigo a volver a la normalidad, regresiones en relaciones de dependencia superadas, negaciones maníacas, hundimientos ante la falta de inputs de gratificación, fobias, hipocondrías, mayores aislamientos, adicciones a las pantallas, niños con miedos, dificultades en la concentración y en el rendimiento laboral, ansiedades claustrofóbicas, accesos de atracones en bulimias superadas, dificultades para conciliar el sueño, mayor consumo de ansiolíticos y otros psicofármacos, irritabilidad, desánimo, crisis de angustia, estrés por sobrecarga de comunicación virtual y, a causa de ello, conductas evitativas, desesperación ante el futuro, falta de posibilidades en relación a los proyectos vitales que se cancelaban, angustia en lo familiar y personal respecto de la pérdida del trabajo de uno o varios miembros de las familias, a causa de la convivencia misma que "se respiraba densamente" u originadas en las funciones laborales intrínsecamente estresantes como las que correspondían al personal médico y sanitario, madres y padres agotados y/o angustiados por la dificultades conciliatorias, dolorosos duelos sin rituales de soporte, niños y adolescentes sobreexigidos escolarmente y otros desatendidos.
Al mismo tiempo, y de manera contradictoria a todo lo anterior, la superación de algunas resistentes agorafobias, la relajación de ciertas sintomatologías superyoicas que se pacificaban, pacientes que comenzaban a sentirse aliviados, desangustiados, francas desinhibiciones, hijos que se benefician de estar con sus padres más tiempo y modificaban positivamente sus síntomas, aprendizajes tales como vivir con menos consumo o más tranquilamente que relajaban ansiedades individuales o familiares, soluciones a disfuncionalidades dentro de las parejas, parejas o familias que se tranquilizaban y se mantenían en un bienestar que los beneficiaba. Tocs e hipocondrías que mejoraban, y otras tantas situaciones de índole semejante.
En relación a los tratamientos, se evidenciaron en algunos de ellos ciertos “parones" en las líneas discursivas de los análisis comenzados, temas únicos y recurrentes tal vez por falta de estímulos o de intimidad o simplemente por respuesta al nuevo medio virtual. Respecto a ello, me pregunté con frecuencia si solo se postergarían o si se integrarían al universo líquido actual acabándose por falta de consistencia. De hecho, algunos tratamientos fueron abandonados y no sabemos si volverán a hacerse las demandas, aunque, positivamente en su mayoría, creo que hemos logrado sostenerlos.
También, son de mencionar, las dificultades con los limites, la privacidad, la intimidad y la sensación de intrusión, tanto en pacientes como en profesionales y, desde otro ángulo, pero en este caso, muy a favor, decir que la espontaneidad, la des-formalización y la creatividad crecieron veloz y constructivamente ante la imperiosa necesidad de improvisación.
No contábamos con un manual de instrucciones, nos arriesgamos prudentes, pero con entusiasmo creativo, aunque bien sabíamos que todo ello carecía de garantías. Desconocemos la repercusión que traerá la implementación de las nuevas tecnologías, tantas veces denostadas y fuimos creciendo, en su uso y en su gusto y su disgusto, junto con nuestros pacientes.
Las pantallas permitieron con valentía y oportunidad, la continuidad de muchos tratamientos en aras de sostener a determinados adultos, jóvenes, familias y niños que necesitaban atención, tanto en el ámbito público como en el privado, pero sabemos que no todas han sido repercusiones positivas y que aún no conocemos cuales serán los nuevos espacios que se abrirán en relación a lo beneficioso de su uso como a lo negativo del mismo.
Muchas veces solemos caer en optimismos facilitadores de comodidades estratégicas superficiales y/o económicas y/o de poder que dejan de lado al sujeto y lo transforma recortando una parte de su subjetividad a veces por la falta de intimidad, por el cambio de encuadre y las dificultades de algunos pacientes de acomodarse a éste, por intereses de tipo político alejados de la esencia de la atención sanitaria, o por el desgaste y las repercusiones propias del medio.
La pantalla esconde el cuerpo, parte indisociable del sujeto, la relación con la persona a la que escuchamos no es la misma, algo se desvanece. A muchos, pacientes y profesionales, nos faltó o nos falta " el cuerpo" en el encuentro terapéutico. No me parece que haya sustitución verdaderamente equivalente.
Aunque las tecnologías hayan podido cumplir un importantísimo cometido - no pararcon todo lo que ello implicó e implica para la salud mental y la sociedad, creo que tenemos que valorar algunos aspectos negativos que introducen la necesidad de reincorporarnos como sujetos de -carne y hueso y no de celuloide- aunque suene caduca esta última palabra. No somos y es positivo pensar, que no seremos, personajes virtuales.
En esta línea de diversas omnipotencias, optimismos positivistas y políticamente correctos a la que a veces asistimos, sin ánimos de otorgar a la ilusión, al deseo y al esfuerzo el papel indiscutible que tienen para todo lo que es humano, sabemos que no debemos entrar en discursos cuasi religiosos o de súper héroes y súper poderes que ocultan realidades crueles de desigualdades e impotencias. En torno a los medios telemáticos, las diferencias entre quienes tienen recursos y quienes carecen de ellos, suele esconder y potenciar enormes desigualdades sociales e inmensas cuotas de individualismo.
Hemos sido observadores de importantes actuaciones de solidaridad, pero la insolidaridad también forma parte del "ADN emocional" de cada sujeto humano y sobre ello hay que seguir debatiendo. El planeta y las desigualdades sociales lo saben bien.
¿Nos quedarán herramientas de todo este periplo? Seguro; experiencia, y saber, pero también quedarán circuitos que no sé si beneficiarán tanto a los ciudadanos que somos proponiendo espacios de mayor accesibilidad y menor coste en detrimento de la atención personalizada y profunda en los diversos ámbitos de la salud mental.
A pesar de la fragilidad en la que estábamos todos inmersos nuestra capacidad de respuesta con los escasos medios que contábamos fue importante. Nos dimos cuenta que tenemos más recursos de los que pensábamos y nuestros pacientes también. Tanto en relación a las sintomatologías, a las modalidades de atención, a las respuestas profesionales, a las respuestas de los ciudadanos y a la no patologización de situaciones sin problemáticas de base que solo eran y son, una respuesta humana adecuada a las circunstancias que se vivieron y se están viviendo.
¿Lo sucedido, en términos positivos, y en aras de solventar la crisis sanitaria, que también es ecológica, política y económica y en la que las desigualdades sociales marcan el lugar de los que más pagarán por ello, será transitorio? Es evidente que tenemos más consciencia colectiva de vulnerabilidad, pero ello ¿Permitirá cambios profundos en la sociedad? ¿Aprenderemos o seguiremos, después de un tiempo, haciendo lo mismo sin pensar en el futuro y apagando los fuegos del presente? ¿Sabremos elegir aquello que es bueno continuar?
La realidad nos señala siempre un margen que cuesta muchas veces asumir, en esta ocasión la Covid-19 traspasó nuestras fronteras, las que la sociedad creía que tenía. Nos señaló una vez más el límite a nuestra omnipotencia tantas veces absurda pero infranqueable. Desde hacía años estábamos avisados, pero ello no fue suficiente. La realidad no solo es incognoscible sino también nuestro propio psiquismo como ya nos advirtiera Freud y su descubrimiento del inconsciente humano.
Tal vez, no es seguro que hoy podamos extraer conclusiones definitivas y operar grandes cambios. Esperemos no caer en los falsos optimismos de esta cultura contemporánea en la que la felicidad, el optimismo y el -tú puedes- es un imperativo más que una oportunidad por la cual seguir trabajando. Sabemos todos, que la salida no cuenta con ningún seguro, habrá que seguir un tiempo más con la incertidumbre a cuestas abriéndonos a nuevas ideas sin renunciar enteramente a aquellas en las que seguimos creyendo, sin dejar de esforzarnos tal como creo, lo estamos haciendo. Pareciera que para extraer conclusiones de lo desconocido que aún no ha acabado…nos falta un poco más de tiempo.
Susana Peses Wassermann
Psicóloga Psicoanalista
Sòcia ACPSM-AEN Catalunya